sábado, 2 de noviembre de 2013

El patio del congreso

Esta semana hemos visto el vídeo de los diputados saliendo con prisas y risas del congreso el jueves, directos hacía sus casa y sin esperar al resultado de la última votación de la jornada. Rápidamente los medios se hicieron eco y las redes sociales fueron un hervidero. Por una vez no había partidismo, eran todos los ciudadanos indignados con sus políticos, cual fuere su partido.

Hasta ahí ya se ha comentado bastante estos días. Esperé alguna contestación avergonzada de algún político, pero las primeras que vi, ya de diputados de izquierdas, parece que iban por otro lado. Me gusta cuestionar todo y desde el punto de vista de empatía. Y por unos instantes los comprendí. No quiero hacer demagogia, es cierto, cualquier persona antes de un puente tiene ganas de ver a su familia, de disfrutar de un merecido descanso. Puede ser, como apuntan algunos diputados, que la jornada fuera dura y extensa, y que algunos llevasen días sin ver a sus hijos. Entonces, claro, puede ser normal la estampida y las risas, puesto que todos haríamos algo similar. Seguramente la votación de la reforma de las pensiones no tuviera trascendencia democrática puesto que ya sabían el resultado. Así que por unos segundo, pensé que igual exagerábamos en nuestra indignación.

Y digo unos segundos, porque luego volví a pensar en las imágenes. Imágenes en las cuales se veían a personas de modo jovial de estampida, literalmente. Me recordaba al colegio o al instituto. Y entonces caí en la cuenta de lo que aun no me encajaba. Eran diputados. No eran trabajadores, funcionarios, obreros, empresarios, no, eran diputados los que lo hacían. Y me paro a pensar. Pienso en el resto de mortales, que durante toda una semana no pueden pasar tiempo con sus familias, o ven a sus hijos un par de horas al día con suerte. Los veo el jueves preparándose a salir y veo al jefe diciendo que hay que quedarse unas horas más, y claro, por supuesto sin cobrar. Veo a los trabajadores sin saber bien a que hora saldrán pero con las mismas ganas que un diputado. Incluso veo a algunos que aun no cobraron (siendo por cierto, fin de mes). Los veo a ellos, y me veo a mí. En el paro, con 28 años, sin saber si en el próximo año podré encontrar algo de lo que tener ganas de salir un fin de semana o un puente. O veo el futuro que nos espera sin saber si mi familia y yo viviremos ni cerca, o si estaré a cientos de kilómetros de mi casa. Porque los diputados no son los únicos que trabajan fuera de su casa. Mucha gente se ve abocada a trabajar en toas ciudades, nos dicen que tenemos que aceptar trabajos incluso si son en Laponia. Pero a nosotros no nos pagarán esas dietas, ni a nadie le importará si perdemos un vuelo por quedarnos dos horas más trabajando y nadie nos paga otroa vuelo al día siguiente.

No, señorías, no es demagogia. Es realidad. La política no es su trabajo, es su deber. Escogieron ser políticos, escogieron, se supone, luchar por una sociedad mejor, escogieron trabajar para todo el resto de la población. Y la crisis no se coge puentes. Nadie les obligó, no escogieron un trabajo como el resto de mortales, simplemente por no poder escoger, no escogieron lo que vino porque de algo hay que vivir. Se metieron voluntariamente en política por algo. Y ahí sabrán, puede que sea duro, sacrificado o lo que quieran, pero es su deber, están ahí porque quieren y tienen que hacerlo bien. Ustedes se tomarán el puente, pero las decisiones que parecen que ni les importan, nos afectan a todos. Cuando le dan al botoncito ese, algo pasa en la sociedad. Y nosotros no podemos permitirnos que una votación, por ser víspera de festivo, sea menos importante. No podemos permitirnos que sus ganas de ver a la familia influyan en su trabajo, no podemos permitirnos que sus prisas nos afecten. Porque lo estamos pasando mal y ustedes se están riendo en nuestra puta cara.


La política no es su trabajo es su deber.